La esencia lunar

La Luna realiza funciones de televisor cósmico, por cuanto recoge todas las pulsiones procedentes de cada centro del Árbol Cabalístico y las convierte en imágenes internas. Podemos compararla con el tubo catódico de un televisor, las pulsiones eléctricas que recibe del exterior son transformadas en puntos luminosos que producen un color según su intensidad, dando lugar a la imagen que aparecerá en la pantalla, la cual ocupa el lugar de nuestra vida real, en la que se proyectan las imágenes elaboradas por el Séfira Yesod del Árbol Cabalístico.

Es importante tener en cuenta lo que este conocimiento implica en la vida diaria. En efecto, si aquello que vivimos en el día a día corresponde a una imagen proyectada desde nuestro interior, es evidente que no podemos pedir a nadie responsabilidades por aquello que nos está sucediendo. De ahí que el tirano, el rival o ese personaje detestable que nos pisa los juanetes no es más que un actor, un intérprete de una película que se está proyectando desde dentro. Su aparición en nuestro teatrillo particular corresponde pues a una necesidad interior.

Si contemplamos la Luna en una noche estrellada, no vemos más que una faz blanca y, desde que el hombre puso los pies en el satélite, sabemos que si pudiéramos verla desde su propio suelo, no veríamos en ella mucho más de lo que vemos contemplándola desde nuestra azotea. Es evidente que en la Luna física que vemos no puede desarrollarse esa sorprendente actividad que consiste en cristalizar los impulsos procedentes de los demás Séfirot (Centros del Árbol Cabalístico) y convertirlos en los escenarios y las anécdotas que constituyen la trama de nuestra vida.

La Luna astrológica a la que nos referimos es, por lo tanto, otra Luna, no esa en la que pusieron los pies por primera vez los astronautas americanos. ¿A qué Luna nos referimos? 

La Luna que centraliza toda esa actividad, no es la física, sino la etérica. El mundo Etérico, que interpenetra el físico y lo sobrepasa, del mismo modo que nuestro cuerpo Etérico interpenetra nuestro cuerpo físico y lo sobrepasa también, gira a una velocidad muy superior a la de la tierra física y, por consiguiente, la esfera lunar que se encuentra en ese mundo, gira también a una mayor velocidad. La esfera etérica no constituye en sí misma un mundo, sino que en ella se reflejan las esferas superiores y representa el lazo de conexión entre la tierra física y los mundos espirituales. Es, por así decirlo, el cordón umbilical que nos une a los mundos del espíritu. Si no existiera ese mundo etérico, no estaríamos conectados, nos veríamos desenchufados y nuestra materia no tendría animación: seríamos fósiles, muertos.

La Luna física, que es la referencia visible de esa Luna etérica a la que nos referimos, nos permite saber su posición diaria respecto a la tierra y respeto zodíaco.

La luna es de algún modo el «disparadero», el campo de tiro desde el cual los proyectiles cósmicos son dirigidos a la tierra. Si la Luna física no existiera, nunca conseguiríamos haber desde dónde esos proyectiles nos son disparados y, por lo tanto, no podríamos averiguar la carga que contienen. 

La Luna física, que da la vuelta completa al Zodíaco en 28 días, nos da la posibilidad de enterarnos del contenido de la carga, ya que un planeta proyecta sobre nuestra tierra humana los gérmenes que contiene el signo zodiacal en que se encuentra alojado y las propiedades del planeta con el cual forma aspecto.

La particularidad de la Luna es que no tiene una personalidad específica. La Luna se limita trasmitir los contenidos zodiacales en toda su pureza, y cuando, por aspecto, nos transmite una relación entre dos planetas, lo hace neutralmente, sin añadirle ni disminuirle nada, del mismo modo que el televisor nos transmite las pulsiones recibidas, sin que el aparato mismo, por su cuenta, le añada adornos.

La Luna administra los contenidos del signo de Cáncer, de los que recibe la facultad de imaginar, de convertir en imágenes, lo que no es más que un impulso sin historia, procedente de cualquier Séfira. La Luna representa la polaridad femenina del alma humana.

Nota: El libro de Bárbara Hand Clow Cosmología Pleyadiana se refiere a la Luna en estos términos: 

Un exceso de Yang (energía masculina) bloquea el filtro lunar y nos expone en exceso a las vibraciones planetarias. La Luna filtra las demás vibraciones planetarias, las gradúa, sin el filtro lunar, la intensidad del Sol nos agotaría. 

De lo cual se deduce que menospreciar el Yin -Yo femenino- nos puede complicar mucho la vida, porque entonces las energías planetarias se manifiestan sin filtro y nos zarandean. Esto explicaría por qué en los países en los que impera un fuerte componente machista-Yang, las historias emocionales son tan intensas.

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