La posición de Venus en un tema astral indicará lo que al individuo le toca reconstruir, embellecer, armonizar, aquello que expresa con gracia, con arte, aquello que lo hará sobresalir, ya que todas las miradas van hacia donde Venus está actuando.
Un tema con Venus dominante dará al armonizador nato, al individuo que sabe traer la paz y la armonía a lo pequeño, a los detalles, a la convivencia, será la persona adecuada para resolver las crisis. O bien será el artista, que en lugar de proyectar sus armonías interiores hacia la sociedad, las proyectará en una obra.
Venus administra los contenidos de Libra y Tauro. En Libra hará que el amor, la paz y la armonía presidan en la convivencia social y matrimonial que Libra crea. El individuo será muy hábil en la combinación de colores.
A través de Tauro, Venus inspirará a la persona el goce de la belleza y la armonía. De la colaboración entre Tauro y Venus saldrá la utilización práctica de la belleza: la moda, el perfume, la decoración suntuosa, las flores, los jardines, etc. Venus proporciona también los medios materiales para satisfacer la demanda de belleza y de arte.
En la Biblia, ese aspecto de Venus recibe el nombre de “becerro de oro”, el Pueblo Elegido lo adoró mientras su guía, Moisés, en la cumbre del Sinaí, recibía la Ley de manos de Jehová. La adoración del becerro de oro impidió –impide, ya que el Génesis es algo que todos estamos viviendo- a muchos llamados a filas del Pueblo Elegido, el ser realmente elegidos. Efectivamente, Venus puede ser uno de los mayores obstáculos susceptibles de oponerse a nuestra evolución, en su expresión taurina, puesto que el goce de la belleza, su consumo, es algo tan humanamente divino que muchos son los peregrinos que se detienen en ese estadio creyendo haber descubierto el Paraíso y ya no desean avanzar más.
Así como el amor, a nivel de Hochmah-Urano (OCTAVA SUPERIOR DE Venus), es una apetencia de que todo lo diverso sea Uno, a nivel de Netzah-Venus, es el deseo de integrarlo todo a uno mismo, es decir, de poseerlo todo y de gozar de todo. Venus es el administrador de ese deseo y se expresa por medio de los cinco sentidos.
Esta apetencia por todo, este deseo de experimentarlo todo, es fundamental para la evolución, ya que el conocimiento se adquiere con ello. Si Venus no actúa, si la posición en un tema astral es débil, si carece de aspectos, le faltará al individuo el deseo de conquistar el mundo y, por consiguiente, le costará sentir interés por las cosas.
En la fase involutiva, cuando el individuo se dirige hacia la conquista del mundo material, Venus le pondrá el incentivo que hará que se precipite con fuerza a vivir la experiencia que su Ego Superior le ha programado. Ese incentivo puede ser una bella mujer, o el príncipe azul, la fortuna, la fama, el bienestar, la gloria, el renombre. Venus exaltará, magnificará la realidad para hacerla más apetente al peregrino en busca de experiencias.
Cuando el individuo se encuentre de vuelta hacia las realidades espirituales, Venus-Urania, la nacida de la sangre de Urano, -ya que hay otra Venus en la mitología, la Venus Afrodita, hija de Júpiter- pondrá igualmente los incentivos que lo dispararán hacia la cumbre. Venus representa el amor, por el mundo material o por el mundo espiritual, según el uso que el individuo haga de esa fuerza.
Del buen o mal estado de Venus (aspectos favorables o disonancias) dependerá que los cinco sentidos funcionen o no. Con los sentidos obtenemos el conocimiento del mundo material, no todo el conocimiento, pero sí el que nos entra por la vía sensorial. Venus es el planeta que administra los deseos y, por lo tanto, el productor de nuestro interés por las cosas. Ese interés, trabajado por los cinco sentidos, nos dará la apetencia, el gusto –o la repugnancia– por las cosas que nos rodean, de modo que estudiando su posición, veremos lo que gusta o disgusta al individuo, lo que ama o aborrece.