La avaricia es el error saturnino. En el plano mental, Saturno produce una parálisis de las ideas y una disminución de la luz. Cuando Saturno forma aspectos armónicos, sobre todo respecto a Urano, su plomo permite captar las energías uranianas y convertirlas en luz doméstica, y lo mismo ocurre en el ámbito intelectual: la luz graduada de Saturno hace que lo espiritual resulte inteligible.
Un ser avaricioso será al mismo tiempo un ser indefenso contra los embates de su destino, porque no verá venir la adversidad. En el terreno emotivo, Saturno frena considerablemente los sentimientos, haciendo que el individuo sea pobre en emociones, que raye en la frigidez sentimental o la insensibilidad. El avaricioso será pues también un insensible hacia todo lo que le rodea y así se comprende que lleve una vida sórdida de privaciones, porque no siente apetencia hacia lo exterior y no comprende que otros puedan sentirla.
Las pocas energías que se filtran en él sirven para alimentar el limitado interés que siente por su poco apetecible vida. Su avaricia no es más que una manifestación, entre varias, de su pobreza energética y su retención del dinero es el síntoma de una retención más general de todos los fluidos, debido a la necesidad a que lo somete su pobreza. El avaro es un hombre pobre, en el más amplio sentido de la palabra: pobre en ideas, en sentimientos y emociones. Y en posesiones, ya que el dinero retenido es para él una pura abstracción y no significa que vaya a utilizarlo para procurarse experiencias que, por las razones apuntadas, no pueden penetrar en él; pobre finalmente en deyecciones: el avaro suele padecer estreñimiento.
La avaricia es pues el indicio que revela un desorden de vastas proporciones, puesto que arranca de uno de los puntos más elevados del Árbol de la Vida. Su corrección necesitará un gran esfuerzo de voluntad, pero se verá facilitada por el repudio general de que será objeto el individuo por parte de todos cuantos le rodean. La soberbia puede resultar halagadora, es un defecto que gusta al que lo posee. La avaricia no, y por ello el avaro, al verse tan unánimemente rechazado, puede decidir un día abrir el arca de sus tesoros, como le ocurriera a aquel famoso personaje del Cuento de Navidad de Charles Dickens.
La desaparición de ese síntoma externo conducirá a un reordenamiento de las corrientes internas y el ex-avaro tendrá una mayor abundancia de ideas, mayor calor en los sentimientos y una buena salud, ya que en el terreno físico las disonancias de Saturno producen arterioesclerosis, reúma, dolores de espalda, parálisis, y enfermedades óseas.
La avaricia produce los males crónicos, las enfermedades de los huesos y todas las que se deben a cristalizaciones en el funcionamiento de los distintos órganos del cuerpo. Según el signo en que Saturno se encuentre situado, sus efectos paralizantes se producirán en uno u otro órgano. En lo sensorial, la perturbación saturnina puede producir la sordera.