No te estoy preguntando por tu identidad sexual, me refiero a que si te estás dejando arrastrar por los vientos del transhumanismo. Por si acaso tu respuesta fuera: “¿kezezo?”, te cuento. Un transhumanista, que no es lo mismo que un humano “trans”, es lo más parecido a un robotito, a un ser que no ha sabido apreciar en su justa medida el regalo más grande de los dioses: la voluntad, lo que algunos llaman “la ecuación de decisión”.
La voluntad –Kether para los cabalistas- es el motor que mueve el vehículo humano. En el cuerpo equivale al músculo cardíaco, del que depende todo el funcionamiento del organismo.
¿Qué ocurre si ese motor empieza a fallar? Según los casos, hay que sustituirlo (a través de un trasplante) o colocar un un dispositivo para optimizar su funcionamiento. Pero esos aparatos tienen fallos, se les pueden acabar las pilas, les puede fallar la programación, etc. Y entonces surgen las arritmias, los sustos asociados a este tipo de patologías. Los trasplantes no siempre son aceptados por el receptor, en fin, todos conocemos estos procesos.
¿No sería preferible entablar un diálogo con las células cardíacas y preguntarles de qué se quejan?
Y a nivel humano, ¿qué puede ocurrir si no ejercitamos el músculo de la voluntad? Pues muy sencillo, se creará un vacío. Pero como resulta que el universo aborrece el vacío, entonces intentará rellenarlo. Y quién se hará cargo del relleno será una voluntad de sustitución, una voluntad postiza. Más postiza que algunos traseros de película que pueblan las playas ibicencas.
Es cuando uno se apunta a las oposiciones a Polichinela. Cuando acepta, sin darse cuenta, que le maneje una voluntad ajena a la suya. Una voluntad que decidirá qué ropa tiene que ponerse, qué música ha de escuchar, qué películas, qué tiene que pensar o sentir.
A nivel intelectual, es lo que algunos llaman el “prêt à penser”, su equivalente en la moda es el “prêt à porter”.
¿Acaso deseas saber cuál fue la aportación de Platón a la sapiencia humana? No te preocupes, haz “clic” en el chat GPT o en cualquiera de sus hermanos gemelos, existen cada vez más aplicaciones. Y en un abrir y cerrar de ojos, te servirá en una bandeja humeante, recién salida del horno, la mejor síntesis sobre este gran filósofo. ¿No es una maravilla? ¿Y el tiempo que te ahorras?
Ya no hace falta que intentes vibrar y emocionarte con sus diálogos, que realices esa complicada gimnasia mental que te lleva a intentar defender una idea y luego su antítesis. Y que te induce a darles un buen revolcón a tus neuronas siguiendo los razonamientos de Platón y sus colegas, por arriba, por abajo, hacia la izquierda, no, a la derecha, ahora tres vueltas de campana y regresas al punto de inicio. Para al final claudicar y decir: “es verdad, ahora lo entiendo, ahora lo pillo”.
¿Para qué tanto esfuerzo? Si te gusta la gimnasia, apúntate al club de fitness más cercano. Pero no tortures tus sufridas neuronas. No hace falta que te molestes en pensar: “¿qué voy a hacer de comer? Nosotros te servimos el catering a domicilio, solo haz “clic” aquí.
Así dispondrás de más tiempo para seguir paseándote por las redes y para hacer muchos más “clics”. Y para tu mayor comodidad, te ofrecemos la posibilidad de colocarte bajo la piel un microchip gracias al cual un equipo de profesionales va a poder controlar a distancia tus constantes vitales. ¿Quieres más comodidad que esa?
Y así, poco a poco, sin darte cuenta siquiera, sin proponértelo conscientemente, habrás pasado a engrosar las filas del transhumanismo, convirtiéndote en un simpático robotito.
Soleika Llop