Un antiguo cuento sufí relata la historia de un hombre que estaba comiendo higos. Encontró uno podrido lo apartó. Al cabo de un rato, encontró otro que tampoco estaba muy buen estado y lo apartó. Y luego otro, hasta que se cansó de tirar higos y simplemente cerró la luz y siguió comiendo.
Esta es una interesante analogía que podríamos utilizar para referirnos a la Alquimia Genética. Cuando uno hace incursiones en sus archivos más profundos, ocurre a menudo que halle “higos rancios”, es decir, contenidos poco gratos para paladares finos. Estamos hablando de sombras, de fobias, complejos, rabias, frustraciones, tristezas etc.
Con los higos en mal estado, pocas opciones nos quedan, sin embargo los contenidos de la psique pueden ser blanqueados y transmutados. Esa es la razón por la cual en Alquimia Genética se promueve su exteriorización, a través de determinados ejercicios.
Entones, se nos presentan dos opciones: proceder a esta transmutación o permitir que la mente racional interfiera en el proceso tirando bombas de humo, jugando a la estrategia del despiste. Echando mano de todos los manuales de psicología de superficie o de crecimiento personal para aportar respuestas estereotipadas y poco consistentes. Eso equivale a cerrar la luz.
Es la política del: prefiero no verlo porque me incordia y me obligaría a cambiar unos parámetros y a quedarme con una hoja de parra por delante y una mano por detrás. Uf qué pereza. Sobre todo a esas alturas de mi vida -piensan algunos- en que he obtenido cierto reconocimiento social o cierta amplitud económica. ¿Para qué esforzarme tanto?
Y cierra la luz. Hasta que el inquilino de la azotea – El Yo superior- vuelva a lanzar un aviso e induzca la persona a bucear de nuevo en sus archivos. Si uno se pasa esos avisos por el Arco del Triunfo -del triunfo de Matrix, se entiende- el inquilino de la azotea puede echar mano de sus recursos para revolucionar todo el edificio. Y que este acabe siendo lo más parecido a “13, rue del Percebe” (en referencia a un antiguo TBO español) o a la comunidad de propietarios de “Aquí no hay quien viva”.
Visto desde fuera, puede ser hasta divertido pero desde dentro debe ser otra cosa. Cada uno elige en conciencia.
Solo hay que tener en cuenta que los higos en mal estado son indigestos.
Soleika Llop