La lujuria está asociada a Venus. La lujuria no solo actúa en el dominio específicamente sexual, sino que extiende sus redes sobre todos los placeres inmoderados que se auto-concede el individuo. En el plano mental, un Venus inarmónico inocula al pensamiento una gran permisividad, desvirtuando el sentido de la moral y haciendo que al individuo todo le parezca plausible, le costará distinguir entre el bien y el mal (o sea, entre aquello que es o no conforme a las leyes cósmicas, a su programa de vida), de forma que le costará arrancar las malas hierbas que florecen libremente en su vida.
En el plano emotivo, que es el terreno en el que Venus actúa con mayor empuje al acentuar el nivel de sensualidad, hace que el sexo realice funciones directrices en la vida del individuo, marginando otros criterios presentes en el alma. Así, bajo la acción de la lujuria, puede que el individuo sintonice con personas que solo adhieren a ese aspecto de su personalidad y que no poseen otras afinidades con él. Como sea que la lujuria ama la diversidad, cualquier relación iniciada bajo su impronta, alcanzará rápidamente su punto de saturación y la relación entrará pronto en crisis.
Hoy en día, en un momento en que las personas ceden más fácilmente que antes a la llamada de la lujuria, vemos que las parejas formadas sobre la base de estas premisas venusianas pronto se separan, dando lugar a una sociedad de miembros desligados, a una sociedad insolidaria, irresponsable, angustiada ante su propio porvenir.
Nota: Tal vez no sea descabellado pensar que esa actitud podría no ser ajena a la actual fiebre catastrofista/milenarista/apocalíptica que lleva a muchas personas a creer -como Asterix- que el cielo se va a derrumbar sobre sus cabezas y que el gran cataclismo les acecha.
La lujuria no se reduce pues a un aumento inmoderado del apetito sexual, sino que, cual pulpo, extiende sus amarras sobre las relaciones sociales, sellándolas con la marca de lo efímero. En el terreno estrictamente personal, la entrega a los placeres del sexo hace que las energías creadoras se pierdan por su polo negativo, privando a la mente del poder de procrear en los mundos superiores, puesto que los conductos que alimentan los órganos sexuales, comunican, a través de la columna vertebral, con el centro de percepción espiritual, y si la corriente vital se orienta hacia abajo, arriba escasearán los fluidos para la creación.
La lujuria produce un progresivo oscurecimiento de la conciencia, de manera que al Ego Superior le cuesta comunicar su saber a su contrapartida material, la cual deja de cumplir su programa profundo, el plan del alma. El individuo se ve entonces desasistido espiritualmente y vulnerable ante el más mínimo contratiempo que le depare la vida, siendo un firme candidato a la depresión y en casos extremos, al suicidio.
En efecto, la solución de nuestros problemas está en la mente superior, lo que permite al hombre conectarse con su propia esencia, con su divinidad interior. De ahí nos viene la lucidez que nos permite hallar el remedio justo para nuestros problemas. Si le arrebatamos a la mente las energías que le permitirían funcionar plenamente, con el fin de alimentar la sexualidad, es evidente que no hallaremos las soluciones cuando las necesitemos. El lujurioso es un ser vulnerable, un ser que naufraga en la más pequeña tempestad y, por consiguiente alguien con el que no se puede contar, que no puede ofrecer apoyo y solidaridad aunque quiera hacerlo.
Nota: Dan que pensar estas reflexiones de Kabaleb, escritas hace casi cuatro décadas, dan que pensar en unos momentos en los que la permisividad sexual es total y absoluta, en que vivimos en los tiempos del “todo vale”. Y en que la tasa de suicidios –sobre todo entre jóvenes- está alcanzando cotas nunca antes vistas.