1. La esencia plutoniana

Plutón pertenece, como Neptuno, a otro sistema solar. Los astrólogos modernos no se han puesto de acuerdo sobre sus funciones, ni siquiera sobre la manera de representar su grafismo, siendo el único planeta que se representa bajo distintos grafismos. Señal de que existe cierta confusión acerca de su verdadera naturaleza.

La Astrología dispone de pocos datos sobre este planeta. Por consiguiente, será la Mitología que nos facilitará las más serias referencias sobre su significado.

Para la Mitología Griega Plutón es Hades, el dios de los infiernos, que fue devorado al nacer por su padre, Saturno, quien también se tragó a Neptuno. Es decir, la fuerza plutoniana se expresa a través de Saturno, forma parte de su potencialidad interna.

Pero Saturno tuvo un hijo al que no pudo devorar: Júpiter, el cual le arrebató la corona del universo y le hizo vomitar a sus hermanos, distribuyéndoles parcelas de poder; y si a Neptuno le dio el dominio del mar, a Plutón le correspondió reinar sobre los muertos condenados en las regiones subterráneas.

Tenemos pues que la función mitológica de Plutón es la de regenerar las naturalezas corrompidas de los humanos que descienden a su reino. Su leyenda nos aporta una información más precisa sobre su actividad.

Plutón se encontraba muy solo en su infierno, y deseaba celebrar esponsorios. Pero, ¿qué mujer iba a querer vivir en las entrañas de la tierra, rodeada de los monstruos infernales? La única solución consistía en raptar una esposa y llevársela al averno. Esto es lo que hizo Plutón y la elegida fue la joven Perséfone, hija de Júpiter y Demeter.

Demeter es una divinidad terrestre, la tercera en el orden generacional, ya que la primera es Gaia, considerada como la tierra primordial, de la que se forman todas las cosas, en analogía con Capricornio; la segunda es Rea, considerada como la madre formadora de las distintas especies, en analogía con Tauro. La tercera, Demeter, era la tierra cultivada gracias al esfuerzo del hombre, la productora del trigo y protectora de las cosechas, en analogía con Virgo. Por consiguiente,  diremos que Demeter es la tierra de las experiencias humanas, la que nos permite cosechar todo lo aprendido a lo largo de un gran ciclo de experiencias. 

Las letras (hebráicas)  D M T, que forman el nombre de la diosa, son las que expresan el ciclo de la vida humana por cuanto DM es la circulación de la sangre y MT Muerte. La vida consciente del individuo empieza con el Daleth, el Mem es la plenitud material del individuo y el Tau es el final de todas las cosas. Así pues Demeter es la Tierra llegada a su máxima plenitud y, por consiguiente, su hija Perséfone será la Nueva Tierra, la que está más allá de la física, o sea, la tierra regenerada y que gracias a esa regeneración puede albergar una nueva vida.

Al elegir a Perséfone como esposa, y siendo la esposa la otra polaridad, la otra parte de un mismo ser, Plutón evidenciaba, si no era evidente ya, que lo suyo es regenerar, limpiar, purificar.

Perséfone tuvo que ser raptada y lanzó un grito cuando su futuro esposo se la llevó. Ese grito, dice la leyenda, fue oído por varias diosas, entre ellas su madre, pero no pudieron ver al raptor porque llevaba un casco que lo hacía invisible, regalo de los Cíclopes, hijos de Urano.

Como nada podía ocurrir en el universo sin la complicidad de Zeus-Júpiter, Demeter subió al Olimpo para protestar y se negó a descender a la tierra para realizar sus funciones, si el rey del Olimpo no le devolvía a su hija. Entonces ante el peligro de que en la tierra se perdieran las cosechas, si Demeter no reanudaba sus funciones, se llegó un compromiso con Hades-Plutón. Perséfone pasaría seis meses en la tierra, al lado de su madre, y seis meses con Plutón en el infierno. Ascendería a la tierra en primavera y bajaría al infierno en el otoño. Si pasamos del símbolo a las consideraciones prácticas, diremos que la tierra necesita ser regenerada por dentro para que, en primavera, la fecundidad pueda aparecer en el exterior.

Plutón realiza pues trabajos de regeneración, se dedica al tratamiento del mal exclusivamente, no destruyéndolo, sino regenerándolo.

Ante una realidad concreta, un negocio, por ejemplo, si está montado sobre bases falsas, la acción de Urano las pulverizará porque su poder energético separará sus componentes atómicos. En cambio, Plutón impondrá una regeneración que cambiará sustancialmente la estructura de aquel negocio. Quizás los resultados sean parecidos, pero Plutón permite al individuo darse cuenta de sus errores, mientras que Urano le da únicamente la oportunidad de volver a empezar, sumando en el individuo la parte de bien que se encontraba en los materiales desintegrados en forma de amor para que en la segunda construcción vea más claro.

A menudo los mitólogos ven en Hades-Plutón al jefe de los demonios, pero es hijo del segundo Rey del universo, Kronos-Saturno, y hermano de Júpiter-Zeus, el rey en funciones. Si Plutón se limitara a regir las actividades del hombre después de la muerte, poco interés tendría estudiarlo respecto a las cuestiones de la vida. Pero la fuerza plutoniana trabaja en aquello que está muerto dentro de nosotros, a fin de activarlo y ponerlo en estado de trabajar. 

A menudo se le ha asociado a grandes catástrofes colectivas, a guerras y calamidades, que son en realidad subproductos de su actividad en el interior del individuo. En efecto, cuando Plutón recibe disonancias, es decir, cuando su actividad es inmoderada, excesiva, su celo en despertar a los muertos hace que se activen en el ser humano fuerzas que su razón no consigue controlar. Un Plutón disonante puede regenerar fuerzas que deberían seguir inutilizadas y que pueden ser factores de desorden.

En cambio, cuando recibe aspectos favorables, vitaliza funciones que  permiten tomar una más alta conciencia de las cosas y acceder a estados de conciencia superiores.

El descubrimiento de Plutón data de 1930, el momento en que un planeta es descubierto en el exterior es cuando empieza a funcionar en nuestra naturaleza interna, ya que su exteriorización indica que ha arraigado en nosotros, que sus raíces se encuentran ancladas en nuestro suelo humano.

Todo indica que la máquina regeneradora está en la naturaleza humana. Como esos electrodomésticos modernos que se limpian solos, nosotros también fuimos dotados de los mecanismos que nos permiten regenerar el engranaje, pero estaba previsto que todo ello entrara en funciones, no desde el principio, sino en una determinada fase evolutiva, que ya hemos alcanzado.

Plutón es considerado como la octava superior de Marte y cabe notar que también Marte tiene una función regeneradora en lo individual. Marte obliga al hombre a enfrentarse con sus contradicciones, a combatir por la conquista de la conciencia. Plutón le da los medios materiales que han de permitirle comprender, o sea, los órganos que han de servirle de conducto material para que la comprensión pueda fijarse en él. Marte trabaja por fuera y Plutón por dentro, de modo que puede decirse que existe entre ellos una colaboración. 

Plutón relaciona el pasado con el futuro, sacando al exterior lo que se encontraba profundamente enterrado a la manera de un volcán, que al entrar en erupción sitúa fuera las piedras que estaban dentro, creando así súbitamente una nueva realidad. En el ser humano, Plutón vacía lo que en su interior se encontraba cristalizado y de ahí la idea de regeneración. Los individuos son aún poco sensibles a las vibraciones de Plutón y es más bien sobre las colectividades que ejerce su influencia, haciendo que estalle lo caduco y se regenere lo periclitado.  Las disonancias de Plutón constituyen auténticas cargas de dinamita puestas en mitad de nuestro camino. 

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