23. Salud Mental

La salud mental es un tema candente, motivo de una creciente preocupación, según opinan los especialistas, sobre todo en lo que atañe a los niños y adolescentes. Según la Asociación Española de Pediatría, la pandemia ha provocado un incremento de un 47% de los trastornos de salud mental entre los menores de dieciocho años. Se ha detectado asimismo un aumento significativo de trastornos alimentarios, adicción a las tecnologías y conductas autolíticas, es decir tendencia a dañarse a uno mismo. Hasta ahí las frías estadísticas.

En este ámbito, como en todos los demás, reina la tendencia, por parte de los especialistas en salud mental, al análisis periférico. Es decir a girar el foco hacia las conductas en vez de dirigirlo hacia su origen, hacia su punto de arranque.

Desde la Alquimia Genética, podemos aportar una nueva visión, que no es teórica sino empírica, porque se sustenta en historias vividas, protagonizadas por personas que han regresado a su homeostasis, a su equilibrio tras un periodo de cierta agitación mental.

Dijo el escritor Friedrich Glauser: Nunca podremos trazar la frontera entre un enfermo mental y una persona normal.

Que los hijos son nuestros espejos es una realidad que cada vez más personas admiten. Que son nuestra continuación, es una verdad de Perogrullo. La teoría la conocemos, sin embargo, en la gran mayoría de casos, en cuanto el “espejo” refleja una imagen que no nos resulta muy agradable, la tendencia general es descolgarlo y mandarlo a arreglar. Pocas veces nos planteamos que lo que necesita un arreglo es nuestra propia imagen.

Veamos un ejemplo: Cecilia era una niña preciosa que, al cumplir catorce añitos, decidió dejar de ingerir alimentos. Esta decisión la llevó a rozar la muerte, razón por la cual su madre, muy alarmada, solicitó una sesión de Alquimia Genética. Me pidió que atendiera a su hija, le contesté que prefería atenderla a ella, quedó sorprendida pero aceptó.

Los padres de Cecilia se estaban divorciando y la utilizaban a ella como moneda de cambio. Solían intercambiar críticas, descalificaciones, reproches, esas puyas eran el “alimento” que la niña ingería todos los días, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Hasta que un día decidió que se negaba a seguir consumiendo esa clase de “manjares”. Le colocaron la etiqueta clásica en estos casos: anorexia.

Los padres lanzaban invectivas contra las amiguitas, los grupos de WhatsApp, las influencers, las modelos filiformes, en definitiva, contra todos los clichés al uso. Los tratamientos médicos no tuvieron mucho éxito, la niña iba empeorando. Simplemente, no le apetecía seguir viviendo en aquellas condiciones.

A través de las sesiones de AG, su madre asumió su parte de responsabilidad en el estado de su hija. Empezó a retroceder en sus ataques verbales a su marido, inició un profundo recorrido en dirección a su mundo interior. Las aguas volvieron a su cauce, entendió en qué áreas suyas su pareja había espejado en parte sus propias tendencias, la comprensión se unió a la compasión, y posteriormente al agradecimiento y la apertura del corazón.

No es que pudiera evitar el divorcio, ya que el proceso estaba ya muy avanzado, pero al cambiar ella radicalmente su actitud, su marido también cambió la suya. Y la niña, sin tener noticia alguna del recorrido espiritual que estaba realizando su madre, de repente decidió – eso sí, in extremis- volver a ingerir alimentos. Poco tenían que ver con su anorexia las modelos filiformes, las influencers y los anuncios de la TV. No estamos diciendo que estos personajes del circo social ejerzan sobre la población juvenil una influencia muy beneficiosa, sino que, en este caso, poco tuvieron que ver.

Esta es sólo una, entre muchas historias, de adolescentes con problemas de anorexia relacionados con el ambiente familiar, y que decidieron volver a ingerir alimentos en cuanto se solucionaron las rencillas existentes entre sus progenitores o entre sus allegados más cercanos.

Que las movidas mentales y emocionales de los padres ejercen una importante influencia sobre la psique de los hijos, no es algo nuevo, llevan mucho tiempo diciéndolo las grandes Escuelas de sabiduría. Estamos viviendo las consecuencias de todos los temores, dudas y embrollos mentales que surgieron en los años 2020-2021.

Pero tal vez haya llegado el momento de tomar conciencia de ello a nivel de sociedad para que la salud mental de los niños y adolescentes experimente una clara mejoría.

Soleika Llop

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