Las grandes catástrofes colectivas no son más que subproductos de la actividad plutoniana en nuestro interior. Cuando Plutón forma disonancias (aspectos tensionales con otros planetas), su actividad es inmoderada, excesiva, y su celo en despertar a los muertos hace que se activen en nosotros fuerzas que la razón no consigue controlar, genera desorden. Pero con aspectos favorables, vitaliza funciones que permiten acceder a estados superiores de conciencia. Es un mecanismo psíquico que nos permite regenerarnos y reciclar los desperdicios de cara a una nueva utilización.
El paso de Plutón por Capricornio ha generado en la sociedad una mayor concienciación de la necesidad de reciclar los materiales.
Plutón, a través de sus tránsitos, puede producir la desintegración de una personalidad o de toda una cultura, es la fuerza que puede impulsarnos a dar un salto cuántico hacia una nueva realidad, hacia una nueva dimensión del ser. Se dice del electrón que experimenta un salto cuántico cuando pasa de un nivel de energía a otro, dentro de un átomo, mediante la emisión o absorción de un fotón. Un salto cuántico es un impulso desde un determinado nivel de funcionamiento hasta otro superior.
En términos metafísicos, estaríamos hablando de ascensión, toda la humanidad está invitada a vivir este proceso, que significa un aumento en la velocidad atómica de la materia e incluso en los niveles sub-atómicos. Dicha ascensión se producirá a raíz de la liberación de las ataduras materiales y emocionales de la tercera dimensión que han aprisionado a la humanidad durante miles de años. La ascensión es el cambio vibratorio molecular y de conciencia de la corriente de vida total de un ser humano, mediante la exposición y recepción de la luz divina.
Plutón ha de producir la liberación de viejos paradigmas, como por ejemplo considerar que lo que llamamos vida es un subproducto de la química, de procesos materiales. O como la visión atomística del mundo que lo convierte todo en entidades separadas, aisladas e independientes.