Cuando nos acercamos a los medios de comunicación –prensa, redes sociales, radio, etc.- hay noticias que nos traen al pairo y otras que nos hacen rechinar los dientes. Las hay que nos pillan con el encefalograma plano, otras, en cambio, hacen que nos salgan las garras de una pantera dispuesta a atacar.
Para que algo del mundo exterior nos moleste o incordie, ha de existir en nuestra psique un receptor de estos mismos contenidos. Por ejemplo, si nos indigna mucho el maltrato infantil, si nos llaman especialmente la atención este tipo de noticias, puede ser porque, sin darnos cuenta, estamos maltratando a nuestro niño/a interior.
Si lo que nos hace chirriar los dientes de forma especial son las noticias sobre hombres que maltratan a mujeres, puede significar que nuestro yo masculino emisivo, enfocado en el mundo exterior y anclado en el “hacer”, está ahogando la expresión del yo femenino más sensible, enfocado en el “ser”. Y no nos estamos enterando.
Si nuestro leitmotiv son los chaimtrails, a lo mejor es por el hecho de que elevar nuestra mirada hacia nuestro “cielo”, hacia la instancia más elevada de nuestro ser, hace que nos “rayemos”. Nos da la sensación de que nos estamos intoxicando, porque preferimos anclarnos en lo material.
Si nos molestan mucho las noticias sobre dictaduras, puede ser debido a que hay en nosotros tendencias dictatoriales que pretenden imponer su criterio a toda costa. Una tendencia dictatorial puede ser, por ejemplo, la que nos lleva a creer que somos víctimas de un sistema que nos aplasta, víctimas de nuestro entorno laboral o familiar. Si pensamos siempre como clavos, acabaremos encontrando martillos, sentirnos víctimas de todo y de todos puede hacer que vivamos rodeados de verdugos.
La noticia de un incendio que calcina grandes extensiones de terreno siempre es algo indignante para cualquier hijo de vecino. Pero quien se sienta especialmente indignado o afectado por este tipo de noticias podría estar evidenciando la existencia de un receptor de incendios en su psique. Es decir, una tendencia a dejarse chamuscar por un exceso de fuego/luz mal canalizado, mal aprovechado. Es el caso, por ejemplo, de quienes se acercan mucho al mundo espiritual en plan “diletante”, solo para curiosear y explorar, pero que se quedan en la pura teoría sin que la información que han recogido se refleje en sus vidas a niveles prácticos.
Para que algo del mundo exterior me afecte, ha de existir en mí una resonancia de este mismo contenido. Y este razonamiento no sólo es aplicable a las noticias que emiten los medios de comunicación, sino a cualquier situación que nos provoque cierto resquemor.
“Cada vez que subo a un transporte público –me contó indignada una amiga- veo gente que habla a voz en grito desde su celular, de manera que todos los viajantes del vagón de tren, de autobús o del avión se enteran, a pesar suyo, de todas sus intimidades”. Le pregunté si ella tenía tendencia a hacer lo mismo, es decir, a ofrecer a los demás un exceso de detalles sobre su vida íntima y me contestó que, en absoluto, que ella era muy discreta en esa área. Cuando monté su carta astral, entendí la jugada: ella es Virgo, con Ascendente y Mercurio en Virgo y Júpiter en Géminis. Esta configuración astral suele ser sinónimo de un tremendo ruido mental. Y en efecto, ella reconoció que nunca le daba un respiro a su cabeza. Tomó conciencia de esta tendencia gracias a los parlanchines que encontraba en los medios de transporte.
Un día Jesús paseando vio un perro muerto, todos los asistentes lo miraban con desagrado y repugnancia. Jesús, dirigiendo una mirada de compasión al animal, dijo: “Sus dientes son más blancos y hermosos que las perlas”. Como en el Maestro no había ningún rastro de sombra, él solo percibió lo único positivo que podía haber en semejante espectáculo.
A buen entendedor… Soleika Llop