Cierras los ojos, haces tres respiraciones lentas y profundas. Te sitúas mentalmente en lo alto de un cerro, de una montañita. El día está despuntando.
Convocas una delegación o muestra significativa de tu pueblo celular, verás o sentirás aparecer un grupo de doce personajes, que representan una parte de ti a la que le apetece vivir una aventura corta, pero hermosa.
Imaginas que cruzas con ellos el portal del rombo crístico. Penetráis en un territorio bañado en la cálida luz de un Sol que está naciendo, están asomando sus rayos por encima del horizonte. En ese territorio, te encuentras con un segundo portal, formado por la luz de un hermoso Arco Iris que atraviesa el lugar de lado a lado. El Arco Iris anuncia el final de las tormentas, de la lucha de la personalidad emotiva contra los designios del Yo divino, esa paleta de colores es el compendio de todas las energías que deberían brillar al unísono, dentro de cada ser.
Cruzáis ese nuevo portal. Decretas que esa perfecta alineación y armonización de colores presida toda la jornada que está arrancando.
Imaginas que tu corazón tiene la forma de una casita muy linda y acogedora. Abres la puerta de la casita e imaginas que penetran en ella la luz y los colores del Arco Iris. Imaginas que cada uno de los doce personajes presentes hace lo mismo y acoge en su corazón la luz de esta paleta de colores. Se cierran las puertas, os habéis transformado en Arco Iris con patas.
Te propones conscientemente irradiar esa luz a lo largo de la jornada que se inicia, de manera que impregne a todas las personas y situaciones que te encuentres a lo largo del día.
Los doce personajes que te acompañan irradiarán esa luz en el lugar donde residen, que es tu mundo celular.
Junto con tu grupo, te despides de este hermoso territorio, pero sabiendo que lo lleváis en vuestros corazones, cruzáis juntos la puerta del rombo crístico, regresas al cerro y desde allí al lugar en el que te encuentras. Te dispones a vivir una jornada muy luminosa.
Alquimia Genética, un Sol para ti, un Sol para todos