Te trasladas mentalmente al Jardín del Edén, donde todo está impregnado de esencia divina, donde los frutos son pura dulzura, donde las flores exhalan aromas que embriagan los sentidos, especialmente las rosas. Un ángel te regala una rosa roja sin espinas. La contemplas con admiración, es una de las creaciones más perfectas de la naturaleza. Al sentirse observada, la rosa empieza a crecer, a crecer, hasta que dobla tu tamaño y te invita a penetrar en ella. Es como si uno de sus pétalos fuera para ti una hamaca en la que echarte una siesta, olvidándote del resto del mundo. Regresas a tu realidad sintiéndote impregnad@ de esta esencia embriagadora.
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