La intención se define como el pensamiento enfocado para realizar una acción determinada. Los pensamientos dirigidos a un fin pueden afectar a los objetos inanimados y prácticamente a toda la materia viva, desde los organismos unicelulares hasta los seres humanos. La emisión de partículas de luz (biofotones) parece ser el mecanismo mediante el cual una intención produce sus efectos. Todos los organismos vivientes emiten una corriente constante de fotones que son un medio para dirigir señales instantáneas no locales de una parte del cuerpo a otra y a otros seres. Los biofotones son almacenados y emitidos por el ADN del interior de la célula.
La intención dirigida se manifiesta como una energía eléctrica y magnética y produce un flujo ordenado de fotones. Nuestras intenciones parecen operar como si fueran frecuencias altamente coherentes capaces de cambiar la estructura molecular de la materia. Para que la intención sea efectiva es necesario escoger el momento apropiado. En efecto, los seres vivientes están armonizados unos con otros y también con la tierra y sus constantes cambios de energía magnética. Se ha demostrado que la energía del pensamiento también puede alterar el medio ambiente.
La hipnosis, los estigmas y el efecto placebo también pueden ser considerados como tipos de intención, es decir, como instrucciones enviadas al cerebro durante un estado particular de la conciencia. Los casos de curación espontánea o curación a distancia de enfermedades graves, representan instantes de una extrema intención que podemos utilizar para controlar a las enfermedades que amenazan nuestra vidas. Tanto la intención de sanación como la creencia del enfermo en la eficacia de las influencias curativas, promueven su curación. (Texto de Ernesto Bonilla). La intención es la voluntad, o lo que el investigador Rafael López Guerrero denominó, la “ecuación de decisión”.