El biólogo molecular Peter P. Gariaev y otros colegas suyos del Institute Control of Sciences Russian Academy of Sciences, en Moscú, conciben nuestro ADN como un bioordenador capaz de recoger y transmitir información de su entorno a través de ondas, a partir de las cuales pueden modificarse los patrones de comportamiento de las células.
Concretamente, el ADN se expresa a través de ondas solitónicas, que pueden almacenar información durante mucho tiempo y son capaces de propagarse sin deformarse a grandes distancias en medios no lineales. Según la Ley cuántica de no localidad de conexión, cuando dos partículas han estado en contacto, lo que le sucede a una afecta a la otra, es decir, que permanecen interrelacionadas incluso estando separadas por grandes distancias. Aplicando esta ley a la psicología, podríamos sustituir el término “partículas” por el de “miembro del clan familiar”, de lo cual se deduce que si un miembro de una familia realiza una sanación de su psique, esta afectará al resto del clan. Esto no es una suposición, es un hecho comprobado. La sanación se traslada a los demás miembros a través de la genética de onda.