“Morfo” significa forma en griego. Los campos morfogenéticos son campos de forma; patrones o estructuras de orden. Organizan no solo los campos de organismos vivos sino también los de cristales y moléculas. Cada tipo de molécula, cada proteína por ejemplo, tiene su propio campo mórfico —un campo de hemoglobina, un campo de insulina, etc.— de igual modo, cada tipo de cristal, de organismo, de instinto o patrón de comportamiento tiene su campo mórfico. Estos campos permiten la transmisión de información entre organismos de la misma especie sin mediar efectos espaciales. Es como si dentro de cada especie del universo, sea esta una partícula o una galaxia, un protozoo o un ser humano, existiese un vínculo que actuara instantáneamente en un nivel subcuántico fuera del espacio y el tiempo.
Este vínculo es lo que Rupert Sheldrake denomina campo mórfico. Las mentes de todos los individuos de una especie -incluido el hombre- se encuentran unidas y formando parte de un mismo campo mental planetario. Ese campo mental afecta a las mentes de los individuos y las mentes de estos también afectarían al campo. Cada especie animal, vegetal o mineral posee una memoria colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie y a la cual conforman. Existen en la naturaleza unos campos llamados morfogenéticos, los cuales son como estructuras organizativas invisibles que moldean o dan forma a tales cosas como plantas o animales, que también tienen un efecto organizador en la conducta, afirma Sheldrake. De este modo, si un individuo de una especie animal aprende una nueva habilidad, les será más fácil aprenderla a todos los individuos de dicha especie, porque la habilidad “resuena” en cada uno, sin importar la distancia a la que se encuentre. Y cuantos más individuos la aprendan, tanto más fácil y rápido le resultará al resto. Estos campos morfogenéticos contienen información recopilada de toda la historia y la evolución pasada. Es lo que Carl Jung llamó el inconsciente colectivo.